Extremadura.

Regresé, al fin, a tu verde dehesa

donde muere, añosa y mansa, la encina;

a tu yerma canícula, y a esa fina

primavera que tanto me embelesa;


al resistero, y a la noche espesa,

al largo atardecer donde termina

el horizonte y el astro rey se afina;

donde la tierra a la tierra besa.


Aquí, entre gruesos muros desgastados

donde el ayer parece detenido

custodiado por torres altaneras


que callan su Historia y guardan sus veras;

aquí, en donde mis años, en tu nido

de paja y secarral, dejé enterrados.

Vulva

Que palabra más hermosa

me evoca la confitura

de naranjas primorosas

y a la corteza de arándanos

que en tu mirada

triste y oscura

reflejando el cochinillo,

lechoncete y tostonzuelo

purpuras alientos

sentidos en mi cogote,

y al final…

vulva.

Les vieux poêtes.

LA PARED TRISTE.

Huyo de mi mundo triste -de idiotas escenario-,

y busco algo de cálida luz andando entre la gente:

hallo tan sólo un corolario

vacuo de la vida ausente.


Regreso al solitario hogar,

entro en el triste dormitorio

-eso que antes llamábamos tontamente el amatorio-,

miró el lugar donde yaciste y me vuelvo a arrobar.


Alzo entonces mis ojos tristes

y veo la triste cama, el triste armario, la pared triste,

y pienso: El lado que ocupabas aún sigue libre.


Busco el aroma que dejaste,

y tu pelo negro que reinventaba en tu rostro el linde,

y tus verdes ojos titilantes. Y entonces presiento

que un recuerdo quizá no baste.

Y quizá sí, quizá esté idealizando nuestro momento.

Pero soy incapaz de evitar sentir que colocaste

la verdad en algún lugar lejano y demasiado triste…

Ahora… cuando únicamente en mis sueños regresaste.


Y alzo otra vez mis ojos tristes

y veo, como melancólico y trágico sumario,

mi triste cama, el triste armario,

la pared triste.