Huyo de mi mundo triste -de idiotas escenario-,
y busco algo de cálida luz andando entre la gente:
hallo tan sólo un corolario
vacuo de la vida ausente.
Regreso al solitario hogar,
entro en el triste dormitorio
-eso que antes llamábamos tontamente el amatorio-,
miró el lugar donde yaciste y me vuelvo a arrobar.
Alzo entonces mis ojos tristes
y veo la triste cama, el triste armario, la pared triste,
y pienso: El lado que ocupabas aún sigue libre.
Busco el aroma que dejaste,
y tu pelo negro que reinventaba en tu rostro el linde,
y tus verdes ojos titilantes. Y entonces presiento
que un recuerdo quizá no baste.
Y quizá sí, quizá esté idealizando nuestro momento.
Pero soy incapaz de evitar sentir que colocaste
la verdad en algún lugar lejano y demasiado triste…
Ahora… cuando únicamente en mis sueños regresaste.
Y alzo otra vez mis ojos tristes
y veo, como melancólico y trágico sumario,
mi triste cama, el triste armario,
la pared triste.
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