EL LANCE


A poco del profundo, oscuro lecho,
sostenido por fuerza vejigal,
aguarda, con urgencia estomacal,
que pase algún bocado de provecho,

se agitan, camuflándolo en su acecho,
polvo, algas y demás flora abisal,
y aunque observa el entorno vecinal,
otro ser no se agita, a su despecho.

Preguntándose cuánto lleva quedo,
pues para más no da su retentiva,
nota que algo se arrastra por un pelo.

Gracias a su epidermis sensitiva
detecta, ataca, y no ve en ello enredo.
Y el lucio, así, se tragó mi anzuelo.

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