DÍA UNO

Querido diario:

El día uno ha sido bastante parecido a todos los demás días, sólo que como he decidido ponerlo el primero, no hay otros días con qué comprar. Debo tomarlo como si acabara de llegar a este planeta, o como si sufriera amnesia galopante. Es igual. Puedo decir que este primer día ha sido tan maravilloso como decepcionante. He ido al trabajo y, sinceramente, no he hecho demasiadas cosas. Me sentía espeso y perezoso. No es que haya sufrido esta sensación anteriormente, pero algo me dice que me voy a familiarizar con ella. Nada que reseñar. Todo sumamente aburrido y, a la vez, como era todo nuevo y desconocido, resultó estimulante y sorprendente.
Luego me fui de cañas por primera vez en mi vida. Eso estuvo bien. Sólo tomé tres claras, porque no sabía muy bien cómo me iba a sentar ese líquido con color a pis que llaman cerveza. Aún así, al final, estaba levemente mareadillo y hasta algo contento. Una buena sensación. Y, sin embargo, pensé que no debía ir así a casa, así que agarré el coche y me fui a una piscina pública y municipal. Aunque no recordaba haber ido antes a una, me dio la impresión que ir solo a una piscina pública y municipal resulta que es un poco triste. O así me sentí yo. Así que me fui al agua. El agua me pareció refrescante, y no en un sentido acuático, sino liberador. Creo que a partir de ahora me va a gustar estar en el agua. Nadé diez largos en el estilo de los viejitos. En una ocasión en que vi que una joven nadaba a mi lado con bastante más velocidad, cambié a crol, e intenté mantener su ritmo. Duré un largo. Luego volví al estilo senil y dejé que se adelantara. No me recordaba tan orgulloso. Aunque al final todo apunta a que no lo voy a ser.
Cuando salí del agua, me tumbé en el césped como observé que hacían los pocos asistentes. Al minuto y medio estaba sudando y sumamente incómodo. No se me ocurrió ningún buen motivo por el que nadie se tumbara al sol a más de treinta grados a las cuatro de la tarde y de forma voluntaria. Así que me fui a casa y me preparé algo qué comer. Tenía hambre. En lo sucesivo debo recordar que es necesario ingerir alimentos cada cierto tiempo. La tarde la dediqué a trabajar en mis otros asuntos hasta que me volvió esa sensación en el estómago, insolente y autoritaria. Así que después de cenar me he puesto a escribir sobre mi primer día. Y, viendo lo que he escrito, me da que es una birria de día. Debo hacer algo para que el día dos sea algo más interesante o el resto de mi vida va a ser muy muy muy aburrida.

Día uno finalizado.

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