El optimista.

Hace ya tiempo tuve una conversación con uno de vosotros. Era a finales de verano, en Northallerton, en una pequeña cafetería en la calle principal. El tiempo era, como diría un inglés, delicioso. Acabábamos de comer, tras un perezoso día de poco trabajo. Habíamos recibido, lo sabíamos, la sustancial suma que nos daban en aquel entonces por hacer casi nada. Dinero sobre el que siempre sentiré que no lo merecía. Pero, ¿quién rechaza algo así? Habría que ser un loco o alguien moralmente muy bien preparado. Y como casi todos, no soy nada de eso.

Yo argumentaba entonces que no podíamos estar felices en un mundo como el nuestro. Pero a esa otra persona le parecía aquello una burrada. Habíamos avanzado mucho –esgrimía-, hemos alcanzado grandes logros, hemos vencido a muchas enfermedades… Grandes motivos. Pero, aunque sé poco de Historia, sé que en el fondo nada cambia. No niego el Progreso ni la lucha por alcanzarlo, pero el ser humano es igual… y siempre será igual.

El pasado siglo, proporcionalmente, es el siglo con más muertos de la Historia.

África se ha convertido, como leí no hace mucho, “en un sidatorio y un moridero de hambre”, arrasada por múltiples guerras de exterminio, como la de los hutus (mayoritarios) contra los tutsis a los que cortaban las cabezas y los pies por ser una raza genéticamente más alta, y en donde usaban, como soldados, un escuadrón de sidosos para violar todas las mujeres de los pueblos Tutsis. África, un lugar en donde las guerras por motivos idiotas, promovidas por dictadores que no tienen nada que envidiar a Hitler, masacran pueblos enteros (Congo o Argelia, Bocaza o Mugabe) usando a niños drogados (les meten cocaína directamente en heridas en la cabeza). Donde sus líderes matan de hambre de forma consciente a sus propios pueblos para recibir las migajas de los países occidentales (Angola). Y de donde he leído tantas atrocidades que trascribirlas me llevaría más de un día.

América del Sur, asolada por todo tipo de gobernantes caraduras, que usan la exc(a)usa de la opresión yankee para excusarlo todo, donde cuando sobreviene una catástrofe que en cualquier otro lugar sería menor, los muertos se cuentan a cientos. Donde las mafias de drogas campan a sus anchas. Donde en lugares como Argentina y Brasil (países con riquezas tales que comparativamente dejan como el betún a cualquier país de la UE) hay gente que muere de hambre y no como producto de una política “capitalista” precisamente. Donde los niños viven rápido y sin enterarse por “el pegamento”.

Asia de la que sé más bien poco, pero sé que están los dos países más poblados. La India donde las diferencias sociales y económicas de una pequeña minoría con la masa enorme y pobre son abismales; y China. La gran China. El engendro chino, que ni es comunista ni capitalista, pero es las dos cosas. China, donde se sacrifican a las inútiles niñas o donde se extermina al segundo hijo. En donde llevan muchos años ajusticiando a presos por motivos estúpidos y atroces (aunque la gente parece preferir oponerse a la pena de muerte sólo en EEUU) para luego comerciar con sus órganos. China, que ha hecho lo que le ha salido de los huevos con las pequeñas naciones limítrofes de su entorno (Y cosas muchísimo peores que las que han hecho EEUU en América Latina o Francia en África)…

Y Europa del Este. Sobre todo Rusia. Rusia donde no hay mafia rusa sino estado mafioso. Rusia donde hay más de cuatro millones de niños en la calle, viviendo a costa de trabajar para esas mafias (prostitución, drogas, mendicidad…). Esas mafias existen en todos lados, sí, pero eso nada justifica, además de que allí son mayoritarias. Rusia de la que sus antiguos gobernantes comunistas, como en tantos sitios, (Putin y sus amigos de la KGB) se enriquecen de la pobreza…

Luego están las miserias silenciosas, los muertos sin voz, el holocausto de nuestra época, más o menos acomodado en nuestra espalda, o bien porque se le apoya directamente, o bien porque se mira para otro lado.

Y, por acabar con algo, apareciendo por aquí y por allá, cuando menos te lo esperas, el terrorismo. Y por encima de cualquier terrorismo, el islámico.

Algunos me habéis acusado de ser negativo. Y reconozco que lo soy. No sé por qué, pero no puedo evitarlo. La Vida me resulta negativa. Pero no mi vida. Yo agradezco mil veces, y mil veces mil, a Dios por haberme dado mi vida. Con todas sus pegas, sus enfermedades y sus fracasos. Sé positivamente que podría haber sido muchísimo peor. No. Soy negativo con respecto a nosotros como especie. Con respecto a la Humanidad. Hay cosas, accidentes, enfermedades, sufrimientos, muertes… inevitables. Sería muy feliz, inmensamente feliz si estas cosas ocurrieran solo por motivos inevitables. Ni me molestaría en intentar evitarlos. Pero hay mucho de todo eso provocado. Y provocado por semejantes. Es lo de siempre, el eterno comportamiento cainita descrito en la Biblia. ¿Veis como nada cambia en el comportamiento humano? ¿Cómo va a hacerlo si cada vida empieza de cero?

Como le dije a otro de vosotros, soy negativo porque el pesimista es un optimista bien informado. Él me dijo: “Si no puedes cambiar nada ¿por qué preocuparse? Vive tu vida lo mejor posible…” Ojalá pudiera.

1 comentario:

Rictus Morte dijo...

Siendo pesimista, sólo puedo decirte que me ha gustado un montón lo que has escrito :)