La Vida Eterna



Que el hombre siempre ha ansiado la vida eterna es algo sobradamente conocido. Hoy en día, según he leído, ese sueño imposible está sorprendentemente mucho más cerca. Algunos opondréis que desde que el hombre es hombre tiene acceso a dicha vida eterna. Eso, al menos, nos lleva diciendo la religión desde hace más de dos mil años. Sin embargo, debemos admitir que el Hombre Moderno es descreído por naturaleza y, aunque le quede algo de poso creyente, las promesas de vida eterna religiosas no acaban de convencerle. Las ve con cierto halo de inseguridad, como algo que pudiera ser ficticio, cuando no un simple camelo. Además, está el hecho de tener que pasar por el momento inevitable, y aún así nada asumido por la civilización desarrollada, de exhalar el último aliento. Como decía Woody Allen, y cito de memoria: Yo no soy especialmente valiente, más que mirar a la muerte cara a cara, prefiero hacer bromas a sus espaldas. El Hombre Moderno necesita algo más tangible, más seguro. Y, como casi siempre, la ciencia está ahí, dispuesta a seguir maleducándolo.

No soy contrario, ni mucho menos, a los avances médicos. Sin embargo, creo firmemente que dichos avances no se deberían producir de cualquier manera. Tampoco creo que debamos traspasar ciertas fronteras, en caso de que realmente pudiéramos, sin estudiar antes muy detenidamente la cuestión, y no desde cualquier punto de vista, sino desde un punto de vista moral, ético y científico. Jamás político, económico o de ventaja personal.

Según parece algunos científicos afirman que la persona que va a vivir 150 años ya ha nacido. Y también afirman que la posibilidad de engañar a la Muerte y alargarnos la vida de forma indefinida empieza a abandonar el campo de la ciencia ficción para convertirse en una realidad científica al alcance de la mano.

¿Quién no quiere vivir para siempre? Lo fácil es decir: yo desde luego sí que quiero. Sin embargo la cuestión no es baladí, creo que merece la pena meditar detenidamente sobre ella porque podríamos encontrar ciertas objeciones a dicha tecnología. La primera de las cuales sería ver si dicho alargamiento vital vendría acompañado por un parón, o al menos retardo, en el proceso senil. Los científicos afirman que desde luego para eso trabajan. Nadie querrá vivir para siempre soportando millones de achaques y dolencias. Como cualquier máquina cuyo uso se alargue en el tiempo, necesitaríamos recambios. Para obtenerlos se plantea usar bancos de células madres propias recogidas de nuestro feto o del cordón umbilical para rehacernos un nuevo hígado, corazón, riñón o cerebro. O peor aún, podrían clonarnos para tomar del clon lo que necesitáramos y desechar todo lo demás.

Lo que está claro es que está tecnología costaría un ojo de la cara. Esto lleva a preguntarme: ¿quién va a vivir para siempre? ¿Seremos todos? ¿Serán solo los que tengan dinero suficiente? ¿Los de un país más desarrollado? ¿Los poderosos? Tal y como conozco al Hombre Moderno, esta biotecnología, si se logra, no se aplicará sobre todo el mundo, al menos no de primeras, sino sobre unos pocos. Y esos pocos se volverán seres muy poderosos, pues su poder no se ejercerá en una o dos generaciones, sino que se alargaría a muchas más generaciones, sobre las que podrían actuar con una ventaja y preponderancia no conocidas hasta ahora en la Historia del gobierno del hombre sobre el hombre.

Imaginemos que es posible y barato otorgar la vida eterna a diestro y siniestro. Este supuesto me platea varias incógnitas. ¿Es realmente bueno no envejecer? ¿Es la vejez, como afirman algunos, otra enfermedad más? Yo nunca lo he creído. Por mis conocimientos en biología, parece que esto está montado para que la peña evolucione. A más generaciones más probabilidad de mutar y, por lo tanto, más posibilidad de desarrollar nuevas aptitudes. Por eso los virus son tan peligrosos. Y por eso las bacterias se hacen resistentes a los antibióticos. Se adaptan. Sin embargo el ser humano ha cambiado las reglas de la selección natural. No es que la hayamos detenido, ni mucho menos, pero si para otros seres vivos lo importante es adaptarse al medio que le rodea, al hombre le da igual, dentro de unos límites, si hace mucho frío o mucho calor, o si hay ríos cerca, o si pasa por su territorio alguna manada de herbívoros no demasiado ágiles que puedan ser abatidos. Si diéramos ese paso, globalmente, y nos otorgáramos la vida eterna, la selección se detendría en nosotros. No habiendo nuevas generaciones, el cambio no podría tener lugar. Sin embargo, es posible que esos científicos estén pensando que el modelo de selección natural es manifiestamente mejorable. Quiero decir que ¿por qué depender de mutaciones aleatorias cuando podemos preseleccionar y dirigir nuestros genes? Podríamos crear seres de forma artificial, controlando sus genes, no solo para que no padezcan tal o cual dolencia, sino también para que fueran más fuertes, más ágiles, más resistentes o más inteligentes. En tres palabras, mejorar la especie. Cierto es que no podremos pedir el consentimiento de esos futuros superhombres, pero, vistas las ventajas ¿quién lo necesita? Inevitablemente, pues la ciencia casi siempre avanza con el binomio prueba-error, repetida hasta que se transforma en prueba-éxito, habría errores, pero, oye, estamos hablando de superfuerza. Si alguien tiene que pasarlo canuta, que lo pase, total, a lo sumo será un embrión y, ya se sabe, nada indica que un embrión "sea un ser humano", (Aído dixit) por muy vivo que pudiera estar.

Otro inconveniente que, dados nuestros antecedentes, podría producirse a la hora de convertir a unos pocos en los que muevan los hilos de nuestra selección natural, sería la tentación de crear hombres robots con cualidades inimaginables pero que no piensen ni sean capaces de tomar decisiones autónomas, sólo obedezcan. Sé que parece ciencia ficción, pero todo este artículo se mueve en ese campo, sin embargo lo que dicen estos científicos me lleva a cuestionarme: ¿durante cuanto tiempo lo parecerá si seguimos progresando por ahí?

Por último está el hecho de que si todos vivimos eternamente, debería controlarse muy mucho quién se reproduce y cuántas veces lo hace. La política china de sólo-un-hijo-en-la-familia y al resto matarile sería como agua de rosas con lo que se establecería para que esto no se fuera al garete entre los que nacen y los que no se mueren.

No, no creo que debamos alargarnos la vida indefinidamente. No creo que debamos detener la selección natural. No estoy en contra del progreso científico, pero pienso que no debe lograrse a cualquier precio ni se debe progresar de cualquier manera. Todo logro para el Hombre en cuya consecución se haya ido contra el Hombre nos deshumaniza y nos aleja de nuestra verdadera naturaleza.

Creo que lo más justo no es preguntar si queremos la vida eterna, lo que debemos preguntarnos es si merecemos la vida eterna.

7 comentarios:

Rictus Morte dijo...

Pues también cito de memoria a San Pablo: "todo me es lícito, pero no todo me conviene". Y aunque como dices te mueves en el terreno de la hipótesis, muchas de las cosas que planteas son realidades. Y digamos que realidades morales de este tiempo.

Jugar con la vida como lo hace el hombre de hoy ya no se cierne en el debate de la ciencia, sino en el de lo ético, lo responsable. Se ha eliminado de la sociedad la idea de responsabilidad. El relativismo de Einstein ha pasado de ser una teoría científica a una "regla" que guía las conciencias absolutamente inconscientes de los hombres. Hasta el mismo Einstein se horrorizó de esta interpretación de su teoría -que ni siquiera en el terreno científico ha sido probada-.

La naturaleza puede con el hombre, porque el hombre le pertenece como especie. Vivimos en un mundo material gobernado por leyes que a nuestro pesar nos rigen y que no podremos burlar. Y aunque el hombre pueda llegar a destruir la Tierra, no podrá destruir las leyes que la gobiernan. Pero el hombre es más que materia, y como tal está gobernado por la Ley Natural, implantada por Dios. Si se consiguiera alargar la vida no sería ad infinitum, no sería por mucho tiempo, porque el alma es reclamada por Dios en algún momento y ello supone la separación del cuerpo y la muerte del hombre como criatura. En ese momento es cuando deberíamos temernos esa pregunta de si merecemos la vida eterna.

Porque la vida del alma sí que es eterna, no la del cuerpo. Y ya veremos que habrá más allá preparado para los que han vivido de espaldas a esta realidad.

En fin, interesante tu artículo. Espero no encontrarte convertido el día de mañana en un bicho biónico. Un abrazo

Epistolista dijo...

Gracias por tus acertados comentarios (ya parecemos dos de un programa de radio tirándose flores).
No te preocupes, he nacido tarde para que me conviertan en bicho biónico... En bicho a secas, como en La Metamorfosis", es posible.

Otro abrazo.

Irene Adler dijo...

Hola. Muy interesante tu blog, enhorabuena : ) La canción que suena en el blog de Baker Street es Bad Things, de Jace Everett, la cabecera de True Blood.

Saludos.

Marita dijo...

He venido a saludarte, me ha gustado mucho la poesía que me has dejado, es muy maja de verdad. No conocía tu blog lo encuentro muy interesante. Volveré a visitarte. Saludo de una extremeña

Epistolista dijo...

Irene:
Muchas gracias, por ambas, la información y la visita.
Me sigue gustando mucho la canción.
Un cordial saludo.


Mariannete

Y será muy bienvenida, por supuesto.
Un cordial saludo.

Morgenrot dijo...

Has realizado un casi tratado, tocando temas árduos, en los que naturaleza y hombre se contraponen y a la vez el hombre no deja de ser naturaleza.

Todo tiene sus límites, sobrepasarlos, romper las leyes naturales sólo aportarían trágicas consecuencias.

El tiempo forma parte de nuestra esencia, somos inmutablemente mortales.

Algunas veces me has recordado la famosa novela de " Un mundo feliz", que es cualquier cosa menos libre y natural.

Un fuerte beso,

Epistolista dijo...

Gracias por tu visita. Y por tus siempre acertados comentarios. Me ha gustado mucho eso que dices: "somos inmuyablemente mortales".
Un fuerte beso igualmente